En casa de mis abuelos, donde pasé buena parte de mi infancia (aunque esto no sea una necrológica yo también aprovecho para contar mi vida), no había muchos libros: El diablo en Palacio y El tribunal de la sangre, de Ortega Munilla, La tierra de todos y Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Blasco Ibáñez y Cabeza de estopa de Rafael Pérez y Pérez. A estos habría que añadir una biografía de Evita Perón, con tapa malva y con la estampa de la ínclita en la portada. Averiguar cómo llegaron aquellos libros a una aldea que no contaba con librería alguna en cincuenta kilómetros a la redonda no fue nada fácil, pero acabaría por saber que antes de la guerra, en tiempos de la República y en días de Feria, algún vendedor ambulante ponía un puesto de libros con sobreabundancia de folletines. El de Eva Perón sin embargo tenía otro origen: al parecer, mi madre, nacida en Buenos Aires, como buena hija de emigrantes gallegos, se empeñó en ver de cerca a la Madre de los Descamisados durante su viaje a España en 1947 y se trajo aquel libro de vuelta.
Pues es el caso que en algún momento la curiosidad o la falta de alternativas me llevó a leerlo y tanta fijación con la cosa peronista provocó en mi ánimo que el tema me siguió interesando durante muchos años y bastante libros sin que nunca lograra entender cabalmente ese fenómenos tan argentino y tan contradictorio para quien no podía dejar de asociar la figura de Perón en Puerta de Hierro con la del General Franco en el Pardo. Y en vano preguntaba y preguntaba a amigos y conocidos de allá y de acá por ver de aclararme. Y nada: tuve que aceptar que los españoles estábamos históricamente incapacitados para comprender el peronismo.
Pues no: un día llegó a mis manos esta novela y después de su lectura creo poder afirmar que ahora algo ya entiendo. Esta es una historia de padres e hijos. Un padre un tanto calavera, una madre tenaz y puritana, Jorge, el hijo mayor que militó en la lucha armada, Julia, la hija troskista, y Matías, el pequeño y narrador de su historia, que crece, sufre y observa. Una historia sencilla. Y no digo que la sencillez sea un mérito especial pero en medio de tanta abstrusa pedantería...