Los movimiento sociales, y dentro de ellos también y evidentemente los culturales, no nacen en un lugar y en un momento exactamente determinados. Lo que la vida social de los pueblos van produciendo es siempre consecuencia de un conjunto heterogéneo de factores de los que ni siquiera son conscientes quienes viven en ese lugar y en ese momento. Los protagonistas de la obra que en la vida se está representando no saben qué personaje les ha correspondido y actúan, a veces, sin saber de dónde proceden y siempre sin saber a dónde van. Empezamos, pues, con esta airmación general que sirve para todos los productos de la cultura y, por ello, también para el tango.
Cuando a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX se va forjando lo que acabará siendo el
tango sus protagonistas, es decir, los músicos que tocaban de oreja (en España diríamos de oído) y los letristas de aquellas iniciales canciones, no se percataron de que estaban ante algo nuevo. Ellos simplemente hacían algo que sonaba diferente, aunque no eran plenamente conscientes de en qué consistía la diferencia.