Luis Valls Taberner había nacido, precisamente, el mismo año que el Banco Popular, poco más de un mes más tarde. Era por tanto muy joven cuando se incorporó al Banco, aunque formalmente no lo hiciera hasta principios de 1957. Valls procedía de una conocida familia catalana, de tradición en el mundo de los negocios, pero también en el académico, y durante toda su vida supo conjugar ambas herencias. Sin golpes de efecto ni sacudidas bruscas -métodos diametralmente opuestos al proceder habitual de Valls-, el Consejo y el Gobierno del Banco se transformaron de manera radical. La gestión se hizo más rigurosa, los objetivos quedaron más claros, los métodos se hicieron más eficaces y también más transparentes. Como sin quererlo, el Banco Popular pasó de una relativa oscuridad e insignificancia a convertirse en uno de los llamados Siete Grandes, el más pequeño de ellos, es cierto, pero también el de mayor personalidad y más firme independencia. El escaso interés por el tamaño -obsesión que perdió a más de un banco y hundió el prestigio de más de un banquero- y el prurito de las cosas bien hechas, estuvieron entre los rasgos distintivos del largo mandato de Luis Valls en el Popular. Su muerte en 2006 fue una pérdida muy sentida en el mundo de la finanza. Esta historia del Banco trata de unir el rigor científico con el homenaje a una figura tan original y respetada, cuya ejecutoria sirve de ejemplo y guía a sus sucesores en el gobierno de la entidad.