Esta Historia de la filosofía realizada por Guillermo Fraile (I-III) y Teófilo Urdánoz (IV-VIII) es ya una obra clásica en la BAC, alcanzando desde la aparición del primer volumen en 1956 numerosas reimpresiones. La constante y frecuente publicación de estos volúmenes es la mejor garantía de la buena acogida que esta importante obra ha tenido y tiene entre sus lectores.
Pocos dramas ofrecen interés tan intensamente humano como el de las vicisitudes que ha seguido el pensamiento en su lucha por alcanzar la verdad. Mucho es lo que ha conseguido la inteligencia del hombre en veinticinco siglos de filosofía, y mucho más lo que todavía le resta por conquistar. Al lado de parcelas bastante bien cultivadas, quedan regiones inmensas en que apenas se ha iniciado la roturación. Sólo cuando se realice el ideal que propone Santo Tomás de que en la inteligencia del hombre se describa el orden de todo el Universo, es cuando podrá descansar la labor de la filosofía. Esa trama multisecular, en que se entretejen los aciertos y los errores, es el campo que corresponde a la Historia de la filosofía.
La realidad no es un caos, sino un orden, y un orden debe haber también en los conceptos con que captamos y tratamos de representar las cosas. Todavía no poseemos un esquema mental completo que refleje la realidad en toda su amplitud, en su unidad y en su diversidad. Pero incluso en los sistemas más extraviados no es difícil encontrar algún destello de verdad, o por lo menos el latido inconfundible del anhelo del hombre por conquistarla. La maraña de los sistemas acumulados durante veinticinco siglos es menos espesa de lo que parece a primera vista.
Una obra general no puede pretender la visión exhaustiva de todos y cada uno de los sistemas. Le basta con guiar al lector a través de las grandes rutas que ha seguido el pensamiento humano y acercarlo a sus re-presentantes con espíritu de sinceridad, respeto, comprensión y gratitud. Pero tampoco hay que olvidar los humildes senderos en el bosque, que frecuentemente ofrecen la sorpresa de hallazgos no entrevistos por inteligencias mas poderosas. El panorama contemplado desde la cumbre debe completarse con la excursión reposada por el valle. Es cuando se llega a la convicción de que, gracias a Dios,-no ha sido inútil el esfuerzo de la inteligencia humana