El tiempo nos pasa por encima y nos va arañando, a veces casi imperceptiblemente. Somos de carne y hueso. Somos de alma y sueños y de risas y llantos. Somos amor y odio a la vez, recuerdo, nostalgia, somos un puñado de emociones. Estamos hechos de experiencia y ésta deja sus huellas. Los personajes de las historias imaginadas, no. Aquellos que nacieron primero en una cabeza y luego fueron transportados en un carro de letras de papel, mantienen intacta su forma, su aventura y su vida es eterna e inaliennable. No tienen más trayectoria que la que les dio su creador.Si repasara ahora ésta, mi primera novela ?Hincaíto?, vería a su protagonista exactamente igual que le dejé, hace ya doce años. Volvería a recorrer los lugares de la historia que creé para él para él y comprobaría que no han cambiado en absoluto. Y todos aquellos otros que le rodearon continuarán repitiendo, una y otra vez, las mismas cosas que imaginé para ellos, en cada ocasión en la que alguien tenga el ánimo de conocer sus peripecias. Ahcias. Ahí están, escondidos mientras nadie reclama su ficción y dispuestos a volver a la actividad en cuanto un solo lector se lo solicite.Si alguien siente la curiosidad de dar de nuevo cuerda al reloj del tiempo detenido de los personajes de esta novelaela, espero que se sienta bien entre ellos y que disfrute deambulando por sus inmutables escenarios. Denles recuerdos de éste, su creador y díganles que no les olvido. Denles las gracias de mi parte, por favor, porque en su momento me hicieron realmente f feliz.