Como padres, a menudo sentimos que nuestro papel es proteger a nuestros hijos de los peligros del mundo, sin importar la edad que tengan. Pero controlar todo el ambiente de un niño y mantener a raya cualquier dolor no es factible; no podemos preparar al mundo para que se adapte a nuestros hijos, así que entonces deberíamos enfocarnos en preparar a nuestros hijos para el mundo.
Krissy extrae las lecciones de su experiencia como guía de terapia en espacios naturales dirigida a niños y de su práctica budista, y nos demuestra que todo en la vida es tan impredecible como el clima en una montaña, que la impermanencia es el único factor constante y que el acto más amoroso que puede realizar un padre es disponerse con valentía a que su hijo enfrente el peligro de lo desconocido.