De regreso a la tierra, el niño, la vida vuelven a crecer desde Altazor, la tierra-madre-Señor mío. Un poco más allá empieza a florecer el rincón oscuro, la existencia del ser ?en Mallermo- donde el niño comienza a sentir el peso y paso de la vida. Es un lugar común: el campo, el llano libre y pasajero que agita el ánimo, el estribo, la zarzamora, en Rinconada de Alcones, la enseña que recibe al niño que se entrega al mundo, al amor del abuelo, a la poesía. El lenguaje es presa de su propio testimonio al recibir el bien de su soledad, su misericordia infinita, el hecho de empezar a sentirse como hecho, como encuentro, como lectura a partir de la infancia, el hallazgo de la existencia sumergida en los recónditos parajes del ser como sitio, valle, campo, eslabón, triunfo ante la pobreza y dolor de la partida de un ser querido.