Mediante 15 meditaciones sobre textos seleccionados del hermano Roger, la autora consigue destilar la esencia de la experiencia espiritual del fundador de Taizé: vivir junto a hermanos de distintas confesiones cristianas una parábola de comunión en la Iglesia.
Una «pequeña primavera», en palabras de Juan XXIII.
Su testimonio cristiano atrae sobre todo a jóvenes, a los que, con «alegría, sencillez y misericordia», el hermano Roger invita a tomar en serio el Evangelio, a ensanchar el corazón y acoger al Resucitado en su vida.
En el campo ecuménico, el hermano Roger, invita a intentar comprenderlo todo del otro. Lo que vale en las relaciones interpersonales vale igualmente para las Iglesias.
El día de su funeral se podía leer en una pancarta: Santo subito!. De ese modo su figura quedaba directamente unida a la de Juan Pablo II, de quien había sido su amigo.
Ese cartel demostraba el lugar que ocupa el hermano Roger en la Iglesia de hoy y en el corazón de muchos hombres y mujeres.