Probablemente nadie ha demostrado tener un mayor conocimiento de la base bioquímica de la vida que Francis Crick. En 1962 ganó el Premio Nobel de Medicina, junto con J.D. Watson y M.H.F. Wilkins por su descubrimiento de la estructura molecular del ADN. Cuatro años más tarde publicaba una colección de conferencias populares entre las que destaca la presente crítica al vitalismo, la idea de que existe una fuerza intangible más allá de la biología que separa los organismos vivos de los objetos inanimados. Aunque escrita hace casi cincuenta años, esta breve y lúcida explicación continúa siendo una introducción perfecta a la revolución biológica de las últimas décadas.