En Cataluña, la sublevación y su derrota tuvo consecuencias trascendentales. Modificó el panorama social y político. El desenlace de la rebelión de mayo de 1937 significó un importante retroceso político anarquista, al tiempo que la guerra empezó a afectar directamente a Cataluña, con la movilización de las quintas, la proliferación de los bombardeos y el problema creciente de abastecimiento de las poblaciones urbanas. El conflicto político perdió virulencia, pero no desapareció. Se recompuso en términos de competencia entre el PSUC, liderado por Comorera, y Esquerra Republicana, cuyo liderazgo pasó a asumirlo Tarradellas.