El pueblo cristiano parecía haber caído en la desesperación y la indiferencia, y dudaba incluso de un Dios salvador. Gregorio le hablará, en sus sermones y escritos, no como sabio, sino como pastor, cercano a las preocupaciones materiales de cada día y sencillo en su inmensa confianza en Jesucristo.
Fiel a sus profundas convicciones de creyente, se libró de las obligaciones políticas que se habían hecho arcaicas, para guiar a la Iglesia en un mundo agitado y darle su verdadera dimensión universal, es decir, católica.
Envió los primeros misioneros a evangelizar las islas británicas, influyó en la pacificación de Italia, mediando entre los lombardos y los bizantinos, se llenó de alegría ante la conversión de los visigodos en España encabezados por el rey Recaredo, etc.
"En un tiempo desastroso, más aún desesperado, supo crear paz y esperanza. Este hombre de Dios nos muestra las verdaderas fuentes de la paz, de donde viene la esperanza, y se convierte así en un guía también para nosotros hoy". (Benedicto XVI).
El papa san Gregorio "es uno de los mayores Padres en la historia de la Iglesia, uno de los cuatro doctores de Occidente, y mereció de parte de la tradición el título de Magnus. ¡Gregorio fue verdaderamente un gran Papa y un gran Doctor de la Iglesia!". (Benedicto XVI).