La vida transforma a las personas, arrastrándolas por el barro, haciéndolas bailar como posesos, sumiéndolas en la locura o permitiéndolas que acaricien el cielo con la punta de sus dedos. Entonces, surgen atajos, rodeos, bifurcación de senderos y en algún momento se le otorga poder de decisión y el ser humano elige, se equivoca, acierta e interrelaciona con otros para ir escribiendo su propia historia, siempre remota, siempre distinta, propia. Cuando tomas el camino vas a pecho descubierto, desafiando lo que te reserva un destino no escrito. Nuestro protagonista tomó su decisión de ser un Gigoló ante el riesgo de desaparecer y lo asumió con todas las consecuencias. Se labró su propio camino y lo anduvo con notable éxito hasta que la vida decidió no dar facilidades asesinando a una de sus clientas. En ese momento, debió apartarse de la carretera que hasta entonces había transitado e internarse en otros cursos más estrechos, con mayor pendiente, riesgo y para acompañarle en tan sinuoso recorrido se hizo cortejar por un ángel y muchos demonios.