El interés de Clemente Sáez por el Camino de Santiago, muy especialmente por su interralación con el territorio, pero también por su fosilización como obra de ingeniería espontánea, por sus artífices y pontífices, por las iglesias y las villas que lo setonean, o por tantos personajes cuyo trajinar lo anima, no es más que el resultado de us curiosidad, de su capacidad para eansamblar el arte más popular, la historia íntima o la geografía recóndita con la geología y la ingeniría con naturalidad, como partes indivisibles de un mismo todo.