Contraportada
El maestro Antonio Ramos, tras una cumplida bibliografía libresca y periodística en la que ha reflejado una Andalucía otra, lejos de los escaparates de la inmediatez noticiera y cerca del corazón real de la información, firma ahora este alegato, Andalucía, de vuelta y media, un manifiesto en defensa propia y de los nuestros, frente a la caricatura, el estereotipo y el eterno callejón del gato de un país que niega a uno de sus mayores símbolos y piedras angulares, escribe Juan José Téllez en el prólogo de esta obra.
Andalucía de vuelta y media lleva como subtítulo Represión, prensa e imagen de Andalucía, 1970/1982, aunque las referencias a los dos últimos apartados se extiende hasta nuestros días. En cuanto a la represión, acotamos el periodo de los últimos años de la dictadura hasta los primeros de la democracia. Hay una constante: el uso que el poder hace de los medios de comunicación para controlar muy especialmente, mediante partes o notas oficiales, aquellas actuaciones policiales que habían tenido como resultado víctimas mortales. El primer y más contundente saldo de víctimas como resultado de una manifestación lo encontramos en los tres albañiles muertos en Granada (1970) y continúa con la muerte de un ciudadano en Carmona (1974), la herida mortal sufrida por un trabajador en la manifestación de Hytasa (Sevilla), el tiro que acabó con la vida de Verdejo Lucas en Almería, el disparo que mató a García Caparrós el Día de Andalucía en Málaga, los tres jóvenes del Caso Almería, aquel adolescente lebrijano que recibió una descarga frente al cuartel de Trebujena.
También durante la dictadura, Andalucía sufre un deterioro de su imagen, fomentado para hacer de esta tierra una reserva de mano de obra barata, destinada a la emigración. Entra aquí la herencia maldita de Ortega y Gasset y su teoría de la ociosidad, aprovechada por Pujol y seguida de las más diversas formas, desde políticos y periodistas indignados por el voto cautivo, hasta una serie de nombres, entre otros los que cabe recordar a Vidal-Quadras, que llamó cretino integral a Blas Infante, pasando por Artur Mas, todo un presidente de la Generalitat, mofándose del habla de los niños andaluces; Durán Lleida, arremetiendo contra los jornaleros de esta tierra, al que siguió, Cayetano Martínez de Irujo. Todos ellos ofenden primero y luego piden disculpas. Andalucía sigue sufriendo ese constante pim pam pum. ¿Quién nos defiende de tantas agresiones? ¿Los políticos, los medios de comunicación.? El autor invita a una profunda reflexión como lo hizo en su día con Julián Marías, Alfonso Carlos Comín, José María Pemán, Gerald Brenan, Antonio Domínguez Ortiz, Antonio Mairena, Josep Tarradellas, Plácido Fernández Viagas. Y años más tarde, con Antonio Gala, Rafael Escuredo, Luisa Infante, José Manuel Caballero Bonald. O recorriendo esos campos de Andalucia y de la emigración, por donde los vagos andaluces se dejan la piel.