Nuestro crecimiento demográfico está fuera de control. Nuestro modelo de desarrollo tiene que cubrir las necesidades de más de siete mil millones de personas, que exigimos cada vez más energía, más comida, más tierras, más agua. Hemos vivido bajo la ilusión de que nuestra civilización podría crecer infinitamente, pero nuestra soberbia no nos ha permitido ver algo evidente: nuestro planeta no es infinito, y sus recursos naturales tampoco. Ahora esos recursos ya han comenzado a agotarse, y nos enfrentamos a una crisis que, unida a un modelo de sociedad occidental sustentada sobre la codicia sin límite y la injusticia, está llevando a nuestro mundo al colapso.
La pregunta es, ¿estamos a tiempo de evitarlo?