Agobiada por una unión que no desea, pero resuelta a ser dueña de su propio destino, Edwina decide huir. Sin embargo, en medio de la fuga, algo sale mal y termina a bordo del barco de unos contrabandistas, comandado por el inescrupuloso capitán Bloody, hombre al que dice de inmediato despreciar y por el que siente una atracción oculta.
Luego de muchas aventuras en el mar, y de que aquella atracción oculta se vuelva manifiesta, Edwina regresa al hogar y acepta, para no alterar la frágil salud de su padre, conocer a su antiguo prometido, el conde de Surrey, quien no se muestra ofendido por la fuga de Edwina, sino animado como si de un desafío se tratara.