Así nos describe Albert Londres, uno de los más sobresalientes cronistas del siglo xx, a los participantes del Tour de Francia de 1924, prisioneros de la carretera que, persiguiendo una incierta gloria, soportaron toda clase de sufrimientos y condiciones extremas. Pero lo que quizás sorprenderá más al lector es que todos los temas actuales aparecen ya de una u otra forma en estas deliciosas crónicas: el dopaje, las escaramuzas entre los equipos y entre los ciclistas y dirección del Tour y, por supuesto, el glamour de esta mítica carrera.