Identidad que no es posesión sino acogida: «son siempre los labios de otro los que dicen mi nombre». Don que nos hace ser, o el ser como don. O el don de no ser: el misterio y la revelación del propio olvido al que, final y radicalmente, nos conduce este libro.
Podría ser un tratado de antropología, pero es más, es experiencia humana, saber vivido; podría ser un estudio gnoseológico, pero es el encuentro del hombre con aquello que lo busca, lo que en él se dice; podría haberse reducido a un tratado teológico, pero es apertura al misterio, espacio para el silencio. «Hay fragmentos, señales, vestigios: primacía de la palabra sobre la escritura, de la intuición sobre la razón. Del camino sobre el sistema, del sentido sobre el significado».
Esta búsqueda, errancia de palabra a palabra, termina siendo el encuentro con este libro. La experiencia de su fluir que llama al lector hacia su propia búsqueda. Más que un libro es un texto vivo, un diálogo: el de Mujica con la vida, con sus voces, y el de esas voces con las que, inevitablemente, suscita en quien las escucha, las lee. La voz del pensamiento que busca comprender, la de la poesía que busca escuchar, y la de «esa otra voz» que nos busca para nombrarnos.
Hugo Mujica no trata de convencer, tampoco argumentar: muestra. Para esto recurre a lo más convincente, al irrefutable aval de la verdad: la belleza. Belleza concentrada en la prosa poética que, imagen a imagen, nos va poniendo no frente a la verdad, como lo hace el razonamiento, sino dentro de ella, como sólo la poesía lo puede hacer.