Sin dar reglas fijas o pretender que se puedan conseguir altos objetivos con simples recetas, desde el primer momento se subraya la complejidad de la tarea educativa: el material con el que se trabaja, los seres humanos, son siempre originales e irrepetibles. No se trata, pues, de faltar a la verdad diciendo que, con la lectura de este libro, es fácil educar. Lo único que pretende su autor es decir una vez más que educar es posible, aunque a veces los hijos parezcan empeñados en demostrarnos lo contrario.