Cuando se habla sobre la posición de Nietzsche sobre la moral, casi de una manera espontánea se asocia con una actitud destructiva de los valores y de la moralidad, que tienen como paradigma y referente la civilización occidental y, sobre todo, el cristianismo. Sin embargo, no se trata de una crítica destructiva simplemente, sino de algo que va mucho más allá. Nietzsche niega, de entrada, el valor de todas esas categorías que forman el entramado de lo que él llama la «mitología filosófica», con las que la filosofía dogmática construyó sólidos edificios conceptuales y lingüísticos, en los que encontraron seguridad y respuestas firmes los filósofos de la modernidad. A primera vista, esta manera tan radical de plantearse el problema filosófico del conocimiento, en el que se augura la «muerte del sujeto», nos puede ofrecer ya un contexto adecuado para comprender a su vez su interpretación o perspectiva de la moral.