El mundo es un acopio de inherencias
perfumadas de presagio,
el susurro revelado de comienzos
bajo páginas de lluvia,
participio futuro de los blancos
preámbulos del cuerpo
y sus frutos de otoño.
Te hablo de comienzos en París
y del pincel avieso de sus posos,
las conservas de aire como souvenir
olvidadas en alguna parte
de la respiración fluida y el gozo
de tus besos, llovidos de sol
como cúpulas fulgentes de Monmartre.
Te hablo del futuro y del presente,
de los ángeles que acunas
en mis noches de insomnio,
cuando esparcen en la niebla esas imágenes
y no avisto las lunas de tu dermis
en los solares vacíos.
Luego te hablo tras del sueño en realidades,
nuestro piso en esta misma calle,
París, como todo buen comienzo.
De paseos por el Parque de los Pinos,
del aire de Sevilla, sus baños árabes,
las premisas inherentes del latido
y el amor sin plazo