Francesca Zanardelli se prepara para afrontar otra aburrida tarde en su oficina de Milán. Está delante del espejo del baño, cepillo de dientes en mano, cuando ve dos pies asomarse por debajo de la puerta de un retrete. En el suelo descubre el cadáver de Marinella Sereni, su insoportable compañera de mesa. La han ahorcado con una soga blanca, que todavía le cuelga del cuello. Y todo ha sucedido durante la pausa de la comida.
Francesca se convierte así en la principal testigo de las investigaciones sobre la muerte de Marinella, pero el asesino se ha cuidado de no dejar pistas. Podría ser cualquiera, incluso el más insospechado de sus colegas. El pánico se apodera de la empresa mientras la vida de Francesca entra en caída libre. Su novio la ha dejado en vísperas de su boda, con 223 regalos que devolver, y sus padres le insisten en que se despida antes de que el criminal se fije en ella. Pero uno no renuncia a un trabajo fijo así como así. Ni aunque tu vida dependa ello.
De modo que Francesca se verá obligada a convertirse en detective improvisada porque el asesino no tardará en volver a actuar... Y ella es la única que puede detenerlo.