Dos nuevos vocablos, mileuristas y prejubilables reflejan la marginación de millones de trabajadores situados en el comienzo y en el final de sus carreras profesionales. Son dos términos que muestran, como ninguno, los efectos de la edad, el conocimiento y la experiencia en el desarrollo profesional. El orden tradicional, que permitía vislumbrar la existencia como un hilo continuo desde el aprendizaje a la madurez profesional, ha desaparecido, pero el nuevo renquea por sus extremos. No es extraño que los trabajadores se desconcierten ante esta situación borrosa mientras interiorizan un nuevo escepticismo que se concreta en la afirmación: "esta no es mi empresa".
La globalización ha democratizado el acceso a la riqueza al favorecer que más de 3.000 millones de personas, principalmente en Asia, accedan a un cierto nivel de desarrollo. Pero ha contribuido también a concentrar y centralizar el poder hasta niveles impensables. La lógica del buen gobierno y la responsabilidad empresarial forma parte de una segunda democratización pendiente, que solo es posible si se aborda, en paralelo, un nuevo engranaje entre trabajo y capital como relación fundamental del sistema productivo.
La expansión de las ideas democráticas requiere descender a las entrañas del sistema productivo. No hay más remedio que entrar en los intríngulis de cómo se produce, abordar el mundo de las empresas como centros de creación de riqueza y, también, escuela y cuadrilátero donde se educa al ciudadano en la colaboración y la confrontación.
Es necesario recomponer lo que significa el trabajo en una sociedad moderna, desafío que aquí se aborda desde un recorrido por las contradicciones de siete ideas símbolo: flexibilidad, libertad, mercado, riesgo, conocimiento, autonomía y poder. Un paseo que favorece la reflexión sobre los nuevos valores y paradigmas que son necesarios para ganar en eficacia, conciliando el desarrollo de las personas en tanto que trabajadores y ciudadanos.
Lo que estas páginas pretenden es contribuir a desarrollar una mirada particular de la globalización y la modernidad empresarial desde la perspectiva de los profesionales progresistas. Para conseguirlo ha sido necesario desnudar el management de su carácter meramente técnico y posicionarlo en su larga frontera con las ideologías y la política. No para esclavizarlo de prejuicios ni de consignas partidistas, sino para hacer comprensible la empresa moderna a muchos profesionales, para acercar la necesidad de eficacia y flexibilidad a sociólogos, políticos y sindicalistas. Pero, sobre todo, para hacer más libre el acto de trabajar y más responsables a los trabajadores de su propio poder.
Era imprescindible abordar estas cuestiones -señala Ramón Jáuregui en el prologo- para no dejar "el discurso de la empresa en manos de la ideología neoliberal (...), tarea a la que desde estas páginas se contribuye de manera muy eficaz."