En Espíritu, hueso animal Francisco Layna prosigue por el camino de la sorpresa, palabra que define perfectamente su quehacer, cuya entrega anterior Y una sospecha, como un dedo (2016) nos enseñaba la abundancia del lenguaje y sus maneras de esclarecer los secretos de la realidad, con un acto creativo que reside en la oposición a resignarse a la monotonía social y cotidiana.