A lo largo de la Historia se percibe una presencia constante, una mujer que inspira admiración y miedo: la bruja. La Edad Media y aun el Renacimiento estructuraron definitivamente su figura en el imaginario de los hombres. Para ellos tal identidad resultaba un misterio y, por lo tanto, una amenaza. La existencia de un personaje que reuniera lo femenino, lo poderoso y lo pérfido constituía para muchos la explicación de los múltiples males que aquejaban a la sociedad. Fue entonces cuando nació, se inventó o se fabricó la bruja.