Así, en Si quieres. lee, afirmaba: «Se lee, se escribe, sobre todo, porque el habla no nos basta, porque la verdad práctica es insuficiente y porque estamos esencialmente inconformes con este mundo práctico y verdadero que, en muchos momentos, es una enorme mentira, una gran frustración, una desesperante angustia, una ansiedad que, como el mar, extiende sus límites hacia todas partes: el mar de la melancolía, el mal de la desilusión». Juan Domingo nos hace partícipes de su propia condición de melancólico: «Los melancólicos reivindicamos el derecho a la soledad e incluso a la tristeza».