Argumento de Ernesto Salcedo Vílchez
Cuando, en 1958, Ernesto Salcedo Vílchez, tras cinco horas de vuelo, aterrizó en Tenerife procedente de Madrid, sólo conocía de la isla las anécdotas que le contaba su padre «de la mili». Con apenas 31 años le habían encomendado la dirección del periódico El Día, así que a la mañana siguiente subió por la vieja escalera de caracol de la redacción y se dejó embriagar por el olor del plomo y la tinta que la envolvía. El yugo y las flechas condicionaron el desarrollo inicial de un trabajo que se saldó con su supresión de la cabecera del rotativo el mismo año en que entró en vigor la Ley Fraga, que deparó a Salcedo el secuestro del periódico e infinitas idas y venidas a los juzgados. Ésta es una historia de cuando el antiguo oficio se ejercía bajo mordazas y dobles lecturas y de cómo a un periodista onubense que iba para sacerdote se le fue metiendo Santa Cruz en el corazón.0