Es un tributo a todos esos animales que esta sociedad irresponsable e insensiblemente caprichosa abandona a diario. Erika fue abandonada con una pata totalmente necrosada, pero tuvo la suerte de que la pudimos operar y nuestra compañera Tania la adoptó y la mimó hasta el fin de sus días.
Es un mensaje de autoestima, para que ese momento tan mágico como frágil llamado niñez no corra peligro de ser roto por la intolerancia de los autoconsiderados perfectos.