El relato resultante, es decir, sus numerosas cartas a distintos destinatarios es-pecialmente destinatarias, es a la vez, como dijera la crítica anglosajona en su día, «la profanación de una tumba» y una vuelta de tuerca a algunos de los temas más queridos por el más excéntrico Shakespeare, maestro indiscutible de Lish: de la locura al fingimiento, del amor y el sentimiento de culpa a la (im)piedad o el humor.
¿Ficción, realidad? En este grandioso texto se combinan de manera fascinante, extraña y también por qué no avisar a los lectores grotesca y exigente: Epígrafe es una novela para lectores «participativos», cómplices, no cabe duda.