Argumento de Epicuro, Epicúreos y el Epicureísmo en Roma
"Oh tú, el primero que pudiste levantar una luz tan clara del fondo de tinieblas tan grandes e iluminar los verdaderos bienes de la vida!, a ti te siglo, honor de la gente griega, y pongo ahora mis pies en las huellas que estamparon los tuyos, no tanto por deseo de rivalizar contigo, como por amor, pues ansío imitarte; porque, ¿cómo podría la golondrina retar a los cisnes? y ¿cómo los cabritos de trémulos miembros igualar en la carrera el ímpetu de fogoso corcel? Tú, padre, eres el descubridor de la verdad, tú nos das preceptos paternales, y como en los bosques floridos las abejas van libando una flor tras otra, así vamos nosotros a tus libros, oh ilustre, a apacentarnos de tus áureas palabras, áureas y dignas siempre de vida perdurable. Pues en cuanto a tu doctrina, producto de una mente divina, empieza a proclamar la esencia de las cosas, disípanse los terrores del espíritu, las murallas del mundo se abren y veo, a través del inmenso vacío, producirse las cosas". (Lucrecio, De la Naturaleza III, 1-17)0