Durante la Transición fue muy común hablar de autonomías de primera y de segunda. En realidad, habría que haber incluido una categoría más, de primerísima, en la que sólo estarían dos comunidades: Euskadi y Navarra. Fueron las únicas en las que, además del máximo nivel competencial, vino a sumarse la existencia de una Hacienda propia en cada provincia y de un régimen fiscal privativo, el Concierto Económico. Este breve ensayo reconstruye el momento constituyente en el que se tomaron algunas decisiones trascendentales, como el amparo constitucional de los "derechos históricos" y su inmediata traducción en "derechos del pueblo vasco" en el Estatuto de Gernika. Hubo dos factores que determinaron esas soluciones constitucionales: la legitimación histórica y la violencia política. Mientras en las Cortes se debatía la Constitución con un creciente protagonismo de la historia, ETA iniciaba los años de plomo en su lucha contra la institucionalización de la democracia y la autonomía. Los tiros y la historia estuvieron, efectivamente, en el origen de la autonomía vasca y permiten explicar que si no se alcanzó la ansiada independencia constitucional que buscaron los nacionalistas en las Cortes, sí se logró configurar una especificidad que es la base de esa autonomía especial que disfruta aún hoy el País Vasco.