Diálogos ágiles, reconocibles, eficaces, que hacen avanzar la acción; tramas sin rebuscamientos, en estructuras sólidas, bien cimentadas; humor sin sarcasmo, ironías sin denostación; ternura y compasión, aunque exhiba los vicios de carácter de sus personajes.
Teatro para revisar el pasado y entender el presente. Teatro para mirar el rostro de la cotidianeidad. Así es el teatro de Román Calvo, una mujer inquieta, imparable, dinámica, incansable. Una joven, muy joven dramaturga.