José Muñoz Millanes
Alberto Girri (Buenos Aires, 1919-1991), uno de los poetas mayores de las literaturas hispánicas del siglo XX, destaca por su singularidad. Cronológicamente pertenece a la generación llamada del 40 en Argentina, a cuyos rasgos más característicos se sintió ajeno: el tono elegíaco, el lenguaje surrealista y, en general, la influencia de la lírica francesa moderna. A partir de su primer libro, Playa sola (1946), Girri emprendió una búsqueda solitaria y obstinada de la lucidez; arriesgada empresa de la que sus poemas serían, según Italo Calvino, el cuaderno de bitácora. Para ayudarse, se forjó un lenguaje despojado y preciso, aprendido de la prosa de Borges y de la poesía en inglés. Colaborador destacado de la empresa cultural de Sur, Alberto Girri nos legó una abundante obra en verso (más de veinte libros) que a veces se expresa paralelamente en aforismos, revisados y recogidos en Notas sobre la experiencia poética (1983). Su labor de traducción, exégesis y difusión en español de la poesía anglo-americana ha sido decisiva, abarcando desde los metafísicos barrocos hasta T. S. Eliot, Yeats, Wallace Stevens, Roethke, W. C. Williams, Robert Frost y la Spoon River Anthology de Edgar Lee Masters. De su versión (1970) de Devociones, las prosas de John Donne, puede afirmarse lo mismo que del Horacio de Fray Luis de León: que, además de una magistral traducción, se trata de un clásico en lengua castellana por derecho propio.
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