El lector no puede pasar indiferente ante la poesía de Federico Mayor Zaragoza, necesariamente queda sometido a una secuencia de emociones y de preguntas inquietantes. Se trata de un gesto que sobrepasa las energías de cualquier hombre, pero que es profundamente humano; después del enceguecedor espectáculo de la miseria, el autor mira dentro de sí, dentro de la persona que todos podemos ser, y decide que aún hay suficiente inteligencia, creatividad y compasión para el optimismo.