«No fue difícil entrar al recinto a través de la portezuela de la verja. No imaginé fantasmagoría pasada; ni niños, ni agua, ni chapoteo, ni felicidad de otros. Acepté el paso del tiempo y me quedé con lo que veía. Tampoco me resultó complicado acceder al interior de la piscina por la crujiente y desdentada escalerilla del lado que menos cubría. Una vez dentro, caminé de un lado a otro. Varias veces. Tres largos. A ratos mirando hacia el interior, la desconchada línea negra sobre fondo a veces azul y otras gris, otros hacia arriba, al cielo, también cemento y ventisca. Una y otra vez. De un lado a otro.
»Nado en piscinas vacías.»