Cuando el señor Newman fue perdiendo la visión y se compró unas gafas, sus amigos y conocidos empezaron a tratarlo con reserva y hasta con suspicacia. Y es que, de pronto, el aspecto del señor Newman pasó a ser el de un judío, aunque ni él ni la gente a su alrededor jamás hubieran reparado antes en ello. En la ciudad de Nueva York, en 1945, con el Frente Cristiano en pleno auge, tener semejante aspecto no facilitaba la existencia a nadie. A partir de ese momento, Newman se ve inmerso en una auténtica alucinación, la misma que va apoderándose de los que le rodean. En una sociedad obsesionada por el poder y el éxito, Newman, y la gente como él, los seres anodinos, aislados por el fantasma de su «diferencia», vienen a mostrarnos cómo una comunidad aparentemente civilizada y tolerante puede convertirse de pronto en una turba incontrolada y brutal. Cincuenta años después, ¿seguirán rondándonos los mismos fantasmas, las mismas alucinaciones?