Dickens, gran viajero, gran paseante y excepcional observador, gustaba de vagabundear sin rumbo fijo, de noche y de día, por los muelles del puerto o los suburbios de Londres o París. Esa impronta de caminante urbano, capaz de retratar la variedad panorámica y la intensidad de la vida de la ciudad, marca estas páginas. Entre ellas encontramos el inconfundible humor de Dickens como en «Refrigerio para el viajero»; obras maestras del periodismo, a un tiempo literario y de denuncia, como «El cargamento del Gran Tasmania»; relatos autobiográficos, como «Historias de mi aya», o «Dullborough Town»; otros que nos llevan a Italia, Francia o Suiza. Piezas literarias únicas que, para regocijo del lector, conjugan el habitual buen hacer de Dickens, con su erudición y su ironía.