¿Qué hay que hacer para que la gente viva mejor y dignamente en un país que ha sido víctima de dictadores y fracasos aun de gobiernos legitimados por el voto? Eduardo Cleiman tiene una idea. Pero ponerla en práctica requiere del valor y la osadía de un demente. Quizá él lo sea. En su plan estratégico secuestrar al ministro de Economía es el paso más importante. Esta historia transcurre una noche en Talas del Monte, un lugar para el descanso a orillas del mar. Ciertos personajes evocan el pasado neblinoso al que pertenecen; sus nombres y fisonomías ¿acaso no remiten al cómic? Mujer Alambre, Candado, Acero. Otros personajes pertenecen a la esfera de la afectividad, por eso solo se llaman Irene, o Fernanda o el doctor Botta. Eduardo Cleiman es El Presidente, un soñador que convence y arrastra a su paso en torbellino. Contradictoriamente su inspiración le viene de aquello que odia, materializado en una gorra de general y un bastón de mando, herencias de dictador, eje de una rueda que no hace más que repetirse a sí misma.