Roma, 999
El mundo aguarda el final
El papa custodia un secreto
La historia lo esconderá
Roma, 1928
Un objeto robado
Una conspiración internacional
Un destino aún por escribir
Roma, 999. El final está cerca. Asustado y desorientado, el pueblo aguarda el amanecer del nuevo milenio, cautivado por los predicadores heréticos que anuncian la llegada del juicio final. Silvestre II, proclamado papa hace pocos meses, está al corriente de todo, y sin embargo dedica gran parte de su tiempo al regalo que le ha enviado el emperador de Oriente: una estatua que emite un sonido similar a un canto. Y es a ese objeto maravilloso al que Silvestre decide encomendar su herencia, una herencia destinada a marcar los siglos venideros.
Roma, 1928. La ciudad está cambiando de aspecto. Los proyectos urbanísticos faraónicos deseados por Mussolini son una gran oportunidad para todos los arquitectos de la capital. Para todos menos para uno: fuera de los círculos de poder, Cesare Marni se gana la vida comerciando con antigüedades. Un día le visita un obrero que le enseña la fotografía de una estatua: el hombre afirma haberla encontrado durante las excavaciones en los Foros Imperiales y quiere saber cuánto vale. Marni, intrigado, comienza a investigar y se pone en contacto con un excéntrico profesor, convencido de que se trata de la legendaria estatua de Silvestre II, que custodia un gran secreto. Sin embargo, cuando el obrero es brutalmente asesinado, Marni comprende que ese descubrimiento ha desencadenado una serie de acontecimientos muy peligrosos, tras los que se mueven personajes oscuros y agentes de los servicios secretos de media Europa.
Porque en Roma ha comenzado una caza que podría marcar la suerte del próximo e ineludible conflicto mundial. Un conflicto que alguien está esperando desde hace casi mil años.