Argumento de El Tesoro de Rodalquilar
Encuadernación: Rústica.
Colección: Peripecia
La naturaleza regaló a los hombres la caldera de Rodalquilar. Les ofreció su color, su luz, los frutos de la tierra, la riqueza de la mar y los embrujó para siempre con sus noches estrelladas. Por allí, a lo largo de los siglos, pasaron fenicios, romanos y árabes buscando metales. Un nazarí denominó el paraje como Rutbaquerab que, con el tiempo, derivó en su nombre actual.
A lo largo de la novela se relatan diferentes acontecimientos ficticios, pero que son el reflejo de algunas de las situaciones históricas reales que han sucedido en el Levante almeriense, lugar bello como pocos, pero también lugar implacable como ninguno. Esa dureza de la vida cotidiana marca el carácter de las gentes del lugar y les hace ser conscientes de la fragilidad de una vida humana que en cualquier momento se puede ir, sin más, ya sea por una simple enfermedad o por un despiadado ataque pirata. Esa dureza de lo cotidiano se ve compensada por la bondad y la solidaridad de las gentes del lugar, como si fuese el único antídoto posible ante ese destino incierto que acecha tras cada día que pasa.
En esta narración se ha logrado recopilar una valiosa información en campos tan distintos como la etnografía, la minería, la agricultura, la gastronomía, la alfarería, la pesca, la botánica, la carpintería y otros más de este lugar, cuyos datos se irán desgranando poco a poco a través del relato del día a día de los protagonistas de la novela, con el valor añadido de exponer la utilidad real de cosas que desgraciadamente han caído en el olvido a pesar de estar muy presentes en la vida de Rodalquilar en los últimos setecientos años.1