"Tercio se echó sobre su manta y se dispuso a dormir. Scaeva hacía recuento, con mucha prudencia, del botín de oro y plata que había recogido de brazos y cuellos de los soldados dacios. El niño clavó sus ojos en unos brazaletes de oro. Los mismos que el Zurdo había cortado de la mano de un guerrero dacio poco antes de que el chico le atacara con su falx. No se le olvidó al hispalense aquella mirada. Tan especial. Guardó bien su botín de la codicia de los otros. Y se echó a dormir. Aquella noche lo hizo completamente feliz: tenía oro y plata suficiente como para llevar el bienestar a la casa de sus padres; había hablado personalmente con Trajano; el emperador le había otorgado la gracia de regalarle un joven prisionero de guerra; y Tercio parecía tan buen soldado como amigo. Lo tenía todo para vivir y dormir tranquilamente. Y así fue hasta que... -¿Qué te pasa Scaeva? ¿Por qué sudas así?¡¡ Despierta, despierta por Salambó!!! El Zurdo se despertó agitado en mitad de un campamento exhausto y que pronto iba a recibir las patadas de los suboficiales para que los soldados volvieran a su rutina. -¿Dime que te ha pasado, Scaeva? -Ha sido un mal sueño. Quizás provocado por la carne y el vino de anoche. -Dime. ¿Qué has soñado? -Estaba en nuestra tierra, en casa de mis padres, disfrutando de la visión de un campo espléndido de trigo y olivos. Una cosecha abundante, Tercio. Veía a mis padres abrazados, felices ante tanta abundancia. Hacían planes para comprar más caballos o más tierras. No lo se muy bien. De repente oscureció... -¿Y? Sigue por Salambó. ¿Qué más vio tu alma en sueños? -Se hizo de noche repentinamente y dos gatos se peleaban delante de la puerta de casa. -¡¡Por Júpiter eso es señal de muerte!!. -Lo se. Peor aún. De entre los olivos cercanos a la casa saltó un búho que entró por una ventana y, tras recorrer la casa, salió por otra. Ya sabes que significa eso. Hasta los germanos saben lo que significa que un búho entre en tu casa."