¿Por qué tenemos la costumbre de llamar solo 'orales' a las tradiciones de los pueblos que no conocen la escritura? Un gran número de etnografías muestra que, con frecuencia, estas tradiciones son al menos tan iconográficas como orales, fundadas tanto sobre el uso de la imagen como sobre el de la palabra. De las investigaciones expuestas en esta obra surgen dos conclusiones de carácter general: la primera, la oposición entre tradición oral y tradición escrita que prevalece en la antropología actual y en muchas disciplinas de carácter histórico y lingüístico no es falsa sino falaz, y contiene varias trampas intelectuales. Al presentar la oralidad como opuesta a la escritura, por ejemplo, impide comprender su modo de funcionamiento específico. Además, oculta el hecho de que, entre los polos extremos de la oralidad pura y el uso exclusivo de la escritura, existen numerosas situaciones intermedias. La segunda conclusión general concierne al método. Casi siempre se ha estudiado el dibujo 'primitivo' como si fuera un intento (fallido) de inventar una escritura. Esta obra propone justamente lo inverso: considerar a estos grafismos como el producto de un proceso que conduce a la invención de artes no occidentales de la memoria. Inútil buscar una imitación rudimentaria de la realidad en estos dibujos. Su forma moviliza la mirada e invita a descifrarlos. Ellos son el testimonio visible de una serie de operaciones mentales que generan imágenes intensas y fragmentarias a la vez. Gracias al estudio de estas tradiciones inconográficas y orales, se abre un nuevo campo de investigación que atraviesa la historia del arte y el conjunto de las ciencias sociales. Nace así el proyecto de una antropología de la memoria.