Argumento de El Secreto de Joe Gould
Encuadernación: Rústica con solapas
Colección: Otra vuelta de tuerca
Edición del 50º Aniversario
Salman Rushdie, Julian Barnes, Martin Amis y Doris Lessing forman parte de la lujosa y tupida lista de escritores del ámbito anglosajón que en 1996, cuando apareció este libro, alzaron la voz para advertir acerca del acontecimiento que significaba esa publicación. El autor, uno de los grandes maestros del periodismo neoyorquino, había escrito estas crónicas (ambas para la mítica revista The New Yorker, en la sección en que éste se ocupaba de los «perfiles» de los personajes más variados y exóticos de la ciudad) con veintidós años de diferencia: la primera, «El profesor Gaviota», en 1942; la segunda, que da título al volumen, en 1964, siete años después de la muerte de Joe Gould. Pero ¿quién fue esta persona, el cándido e inquietante protagonista de estas semblanzas? Hijo de una de las familias más tradicionales de Massachusetts, licenciado en Harvard, en 1916 rompió con todos los lazos y tradiciones de Nueva Inglaterra y se marchó a Nueva York, donde poco después se dio a la mendicidad. Su objetivo declarado era la escritura de una obra, una monumental Historia oral de nuestro tiempo, en la que recogería miles de diálogos, biografías y semblanzas del hormiguero humano de Manhattan. Ezra Pound y E. E. Cummings, entre otros muchos, se interesaron en el proyecto y llegaron a hablar de él en sus revistas; mientras tanto, él dormía en la calle o en hoteles de mala muerte, apenas comía, se vestía con los harapos que sus amigos poetas o pintores de Greenwich Village ya no usaban. Y aunque era frecuente verlo borracho e imitando el vuelo de una gaviota, su Historia oral, que nadie había visto aún, gozaba ya de cierto predicamento. A su muerte, en 1957, sus amigos emprendieron una larga búsqueda de su famoso manuscrito por los rincones del Village que él frecuentaba. El sorprendente resultado de esa expedición, que desvela el «secreto» al que se refiere el título, es lo que nos cuenta el autor en su segunda crónica. En las raras ocasiones en que el periodismo se vuelve gran literatura no sólo nos hallamos ante un autor de genio; hace falta además un enorme personaje («el último bohemio», rescata el ideal romántico del escritor poseído por su obra, entregado enteramente a ella) y un escenario único, el del hervidero de energía humana que era el Nueva York de los años cuarenta y cincuenta. Es, por tanto, un libro para disfrutar línea a línea, para no perder detalle y para seguir descifrando su rico significado hasta mucho después de haber concluido la lectura.0