Todos conocemos el Rosario de la Santísima Virgen María. Pues bien, en el momento de la Anunciación se convirtió en esposa del Espíritu Santo. Podemos meditar y contemplar con ella las maravillas que el Espíritu realizó no sólo en ella, sino también en la vida de su Hijo Jesús, en la vida del creyente y en la vida de la Iglesia.