En el Berlín agitado del legendario 68, descubre otras muchas cosas, que su amor por el teatro es ilimitado, que la virginidad es un estorbo para su carrera artística, que hay causas (la guerra de Vietnam, el Sha, los tanques soviéticos en Praga) por las que vale la pena luchar, y que, en una fugaz visita a París, ha conocido a un muchacho catalán que le ha enseñado a querer a Lorca y del que se ha enamorado por primera vez.
Cuando vuelve a Estambul nada ha cambiado, al menos en apariencia. Estudia en una academia de arte dramático y consigue al fin lo que quería: ser actriz. Pero el régimen turco está dejando de ser simplemente pro americano para convertirse en totalitario. El socialismo no es ya, como en Berlín, algo con lo que se puede coquetear, sino una profesión de fe que puede llevar a la prisión, la tortura o la muerte.
Imperturbable, el Puente del Cuerno de Oro une hoy la parte europea y la oriental de la ciudad. En la época en que se desarrolla esta historia eran los transbordadores los que llevaban a la gente entre dos mundos, dos Turquías.