Uno de los temas más morbosos, además de oscuros, del mundo editorial contemporáneo es el del plagio. Abundando en el título de Quincey, el insinuar que un escritor plagia es el crimen más imperdonable que se le pueda achacar, ya que, además de ser constitutivo de delito por apropiación del trabajo ajeno, es el crimen nefando de quienes pretendidamente fundamentan su prestigio en la originalidad de su obra.
Este libro pretende, sin hacer sangre, analizar los distintos conceptos que rodean el asunto del plagio. Más allá de lo literario, si consideramos otras disciplinas artísticas encontraremos que, a veces, las relaciones entre unas obras y otras tienen mucho más que ver que la mera repetición o inspiración, en lo que constituye un divertido diálogo entre influencias y apropiaciones de autores y obras de todos los tiempos.
Lo peor o lo mejor, según se mire, es que en algunos casos las copias superan a los originales y que, en lo que a los amigos de lo ajeno se refiere, hay quien ha hecho del plagio una nueva disciplina de las bellas artes.