Vivimos inmersos en mundos propios edificados a imagen y semejanza de nuestros deseos. La conquista de la felicidad, mal que bien se entiende como la conquista de la seguridad en la gran lucha contra los monstruos cotidianos más temidos: la muerte, la enfermedad, la soledad, siempre acechantes, siempre dispuestos a interferir, a intervenir inesperadamente y desmoronar el edificio que tanto cuesta mantener en pie.
Con tales premisas, las diferentes respuestas a estas eventualidades confieren el carácter a los distintos personajes que, orientados o desorientados por la intervención del controvertido azar, deambulan por las páginas que integran El perfil de las esquinas. Toda ilusión, toda motivación, sea cual sea su cariz, tiene su contrapartida, su anatema. Y siempre hacen mella.