El bautismo (y su prolongación en la confirmación) se corresponde con el argumento de nuestra condición humana, bendiciendo nuestro nacimiento y muerte, nuestra experiencia de enamorarnos, nuestros momentos de fracaso, nuestra lucha por comprender el sentido de nuestras vidas, y nuestra lenta evolución en dirección a la madurez. También incluye algunos elementos fundamentales del cosmos en el que vivimos y del que estamos hechos: aceite, agua y fuego. Puede que sea un ritual breve y corriente, cuya importancia apenas solemos advertir, pero constituye el desarrollo argumental del proceso de alcanzar a estar plenamente vivos en Cristo. Si captamos la belleza de este sencillo sacramento, la Iglesia florecerá y tendrá fuerza para ofrecer la buena nueva a nuestro mundo, el cual, aunque no lo sepa, tiene hambre de este amor.