A través de una exposición diáfana y objetiva, alejada de excesos decorativos, recursos legendarios o injustas deformaciones, el autor nos conduce a la comprensión cálida y existencial de la semblanza humana del santo y, sobre todo, nos hace revivir lo que constituye el nervio y fondo de su espíritu: la respuesta incondicional a la acción de Dios en el alma y la entrega enamorada y absoluta a la Iglesia de Cristo. De este modo, el lector llega a tocar la clave auténtica de la personalidad de Ignacio, aquello que radicalmente explica su proyección como fundador y organizador genial, incomparable maestro de espíritus y adalid de la Iglesia moderna.