Argumento de El Oficio de Hombre
Hace ahora sesenta años, Albert Camus era galardonado con el Premio Nobel de Literatura. En octubre de 1957, cuando tuvo conocimiento del veredicto de la Academia sueca, contaba con apenas 43 años. Pero ya exactamente veinte años antes, en 1937, todavía viviendo en Argel, afirmaba que cada vez que un hombre cedía a su vanidad o trataba de parecer algo se traicionaba. Que saber sufrir la soledad de quien no aspiraba a otra cosa que a ser uno mismo significaba una victoria. Y que no conocía mayor gloria que la de existir, solo e ignorado, pero dedicado a su «dicha más profunda»: escribir. Cuando el 10 de diciembre de 1957 pronunció su discurso de aceptación del galardón, el escritor nacido en Argel afirmó que dos eran los servicios que debía atender el escritor: el servicio de la verdad, y el servicio de la libertad. Camus añadía que la tarea de quienes se dedicaban a la escritura era proporcionar voz a quienes carecían de ella, y así servir a quienes padecían la historia, y no a quienes la hacían.1